El flamenco es arte, arte profundo y folklórico, simple y desgarrado, hipnótico y ardiente... ¡arte en estado puro! Y es el arte el verdadero y único lujo que reconozco.

“Flamenco” es mi manifiesto olfativo, mi origen, mi herencia… es alma de España, señal de identidad, símbolo cultural y esencia del sur. Emoción embriagadora interpretada en cante, guitarra y baile, sentimiento que imagino presente bajo el embrujo magnético de una noche en la Alhambra. Impregnado de este sentimiento, mi reto para acercarme al arte, es hacerlo trascender en perfume:

Como un abanico, de amplio lenguaje y ondulante ritual, arranca y muestra su fortaleza entrelazando maderas de cedro del Atlas y pino mediterráneo. Como una flor, despliega en sus pétalos, el júbilo del azahar en Sevilla, la pasión de la rosa roja en Damasco y la sensualidad irresistible del jazmín bajo la luna. Como un toque de guitarra, vuela al aire, entre lunares de frambuesa y faralaes de azafrán. Y como en un éxtasis final, encuentra el duende en una combinación de néctar de ámbar, voluptuoso iris y almizcle narcótico.

Notas de salida: Frambuesa, violeta e iris.

Notas de corazón: Jazmín, palisandro y rosa roja.

Notas de base: Almizcle, amberwood y madera de cedro.

Ramón Monegal